Los Santos y los Ángeles: San Francisco

En las florecillas de SAN FRANCISCO se lee que un día se presentó un ángel en la portería del convento para hablar con fray Elías. Pero la soberbia había hecho al hermano Elías indigno de hablar con el ángel.
En esto volvió del bosque san Francisco y reprendió fuertemente en alta voz al hermano Elías, diciéndole:

Haces mal, hermano Elías orgulloso, echando de nosotros a los santos ángeles que vienen a enseñarnos. A fe que temo mucho que esa soberbia te haga acabar fuera de esta Orden.

Y así sucedió, como san Francisco se lo había predicho, ya que murió fuera de la Orden.

Aquel mismo día y en la hora en que el ángel se marchó, este mismo ángel se apareció en aquella forma al hermano Bernardo que volvía de Santiago y estaba a la orilla de un gran río y le saludó en su lengua:

– ¡Dios te dé paz, buen hermano!

No salía de su extrañeza el hermano Bernardo al ver la apostura del joven y escuchar el habla de su patria, con el saludo de paz y el semblante festivo.

– ¿De dónde vienes buen joven?, le preguntó.

– Vengo de tal lugar, donde se halla san Francisco. He ido para hablar con él; pero
no he podido, porque estaba en el bosque absorto en la contemplación de las cosas
divinas. Y no he querido molestarle. En el mismo lugar, están los hermanos Maseo,
Gil y Elías.

Luego el ángel dijo al hermano Bernardo:

– ¿Por qué no pasas a la otra parte?

– Tengo miedo, porque veo que hay mucha profundidad

– Pasemos los dos juntos, no tengas miedo, dijo el ángel.

Y tomándolo de la mano, en un abrir y cerrar de ojos, lo puso al otro lado del río. Entonces, el hermano Bernardo cayó en la cuenta de que era un ángel de Dios y exclamó con gran reverencia y gozo:

– ¡Oh ángel bendito de Dios, dime cuál es tu nombre!

– ¿Por qué preguntas por mi nombre, que es maravilloso?

Dicho esto desapareció, dejando al hermano Bernardo consolado hasta el punto que hizo todo aquel viaje lleno de alegría [1].

[1] Puede leerse esto en el libro Le livre des visions et instructions de la bienheureuse Angèle de Foligno,
traducción francesa de Ernest Hello, Paris, 1914.

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