SAN CIRILO DE ALEJANDRÍA, del siglo IV, nos dice en una oración eucarística:
Ten piedad, Señor, de los fieles aquí presentes y por la virtud de tu santa cruz y por la custodia de los ángeles, líbralos de todo peligro y de toda necesidad: incendios, inundaciones, fríos, bandidos, serpientes, fieras salvajes, ataques, asechanzas del demonio y enfermedades[1].
[1 ]Prex eucarística, editada por Antón Haenggi y Irngard Pahl, Friburgo, 1968, p. 341.