La SIERVA DE DIOS MARÍA DE LA PASIÓN TARALLO (1866-1912) tenía mucha familiaridad con su ángel. Él rezaba con ella y la ayudaba, sobre todo, cuando a causa de sus muchas enfermedades y sus estigmas, no podía desplazarse y debía participar en la recitación del Oficio divino. Una religiosa de su Comunidad escribió:
Una noche, la sierva de Dios iba al coro para la recitación de los maitines. El corredor y las
escaleras estaban muy oscuros. Pero yo vi una luz extraordinaria que la precedía hasta que llegó al coro. Yo le dije: Hermana, ¿tú caminas así, sin luz, por la noche? ¡Te puedes caer! Ella me respondió con simplicidad: no tengas miedo, nosotros tenemos a nuestro lado un ángel guardián, que nos cuida. Yo le dije: ¿Qué era esa luz que te precedía por el claustro? Ella se limitó a sonreírme. Yo me convencí de que era su ángel guardián, que le acompañaba y le ayudaba en todo momento [1] .
[1] Frangipane Domenico, La serva Suor María della Passione, San Giorgio a Cremano, Suore Crocifisse
di Gesù sacramentato, 1949, p. 169.