La existencia de los Ángeles una verdad de Fe

Publicado el 3 de Octubre de 2013
por Caballeros de la Virgen

La existencia de los seres espirituales, no-corporales, a lo que la Sagrada Escritura habitualmente llama ángeles, es una verdad de fe…

Autor : Catecismo de la Iglesia Católica

328. La existencia de los seres espirituales, no-corporales, a lo que la Sagrada Escritura habitualmente llama ángeles, es una verdad de fe. El testimonio de la Escritura es tan claro como la unanimidad de la Tradición.

QUIENES SON LOS ÁNGELES?

329. San Agustín dice al respecto de ellos: «Angelus […] officii nomen est, non naturae. Quaeris nomen naturae, spiritus est; quaeris officium, angelus est: ex eo quod est, spiritus est: ex eo quod agit, angelus – Ángel es nombre de oficio, no de naturaleza. Deseas saber el nombre de la naturaleza? Espíritu. Deseas saber el del oficio? Ángel. Por lo que es, es espíritu: por lo que hace, es ángel (ángel = mensajero)» (168). Con todo su ser, los ángeles son siervos y mensajeros de Dios. Por el acto de contemplar «continuamente el rostro de mi Padre que está en los cielos» (Mt 18, 10), ellos son «los poderosos ejecutores de sus órdenes, siempre atentos a su palabra» (Sl 103, 20).

330. Como criaturas puramente espirituales, son dotados de inteligencia y voluntad: son criaturas personales (169) e inmortales (170). Exceden en perfección a todas las criaturas visibles. El esplendor de su gloria así lo prueba (171).

CRISTO «CON TODOS SUS ÁNGELES»

331. Cristo es el centro del mundo de los Ángeles (angélico). Estos le pertenecen: «Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, acompañado por todos los [sus] ángeles…» (Mt 25, 31). Le pertenecen, porque fueron creados por y para Él: «por la gloria de Él es que fueron creados todos los seres, que hay en los cielos y en la tierra, los seres visibles y los invisibles, los ángeles, que son los serafines, querubines ,tronos, virtudes, principados , dominaciones, arcángeles y ángeles. Todo fue creado por su intermedio y para Él» (Cl 1, 16), Y son de Él además porque Él los hizo mensajeros de su plano salvador: «No son ellos todos espíritus al servicio de Dios, enviados a fin de ejercer un ministerio a favor de aquellos que han de heredar la salvación?» (Heb 1, 14).

332. Ei-os, desde la creación (172) y a lo largo de toda la historia de la salvación, anunciando de lejos o de cerca esta misma salvación, y puestos al servicio del plan divino de su realización: ellos cierran el paraíso terrestre (173); lo protegen (174), salvan a Agar y a su hijo (175), detienen la mano de Abraham (176) por su ministerio es comunicada la Ley (177), son ellos los que conducen al pueblo de Dios (178), anuncian nacimientos (179) y vocaciones (180) asisten a los profetas (181) – para no citar sino algunos ejemplos. Finalmente, es el ángel Gabriel que anuncia el nacimiento del Precursor y del propio Jesús (182).

333. De la Encarnación a la Ascensión, la vida del Verbo Encarnado es rodeada de la adoración y servicio de los Ángeles. Cuando Dios «introdujo en el mundo a su Primogénito, dijo: Adórenlo todos los Ángeles de Dios» (Heb 1, 6). Su cántico de alabanza, en la altura del nacimiento de Cristo, nunca dejó de escucharse en la alabanza de la Iglesia: «Gloria a Dios […]» (Lc 2, 14). Ellos protegen la infancia de Jesús (183), lo sirven en el desierto (184) y lo confortan en la agonía (185) en el momento en que por ellos podría haber sido salvado de las manos de los enemigos (186) como en otros tiempos Israel (187). Son además los Ángeles que «evangelizan» (188), anunciando la Buena-Nueva de la Encarnación (189) y de la Resurrección (190) de Cristo. Y estarán presentes en la segunda venida de Cristo, que anuncian (191), al servicio de su juicio (192).

LOS ÁNGELES EN LA VIDA DE LA IGLESIA

334. De aquí resulta que toda la vida de la Iglesia es beneficiada con la ayuda misteriosa y poderosa de los Ángeles (193).

335. En su liturgia, la Iglesia se asocia a los Ángeles para adorar a Dios tres veces santo (194); invocan su asistencia (como en la oración «In paradisum deducant te angeli – Te conduzcan los Ángeles al paraíso» de la Liturgia de los Difuntos (195), o además en el «Himno querubínico» de la Liturgia bizantina (196), y festeja de modo más particular la memoria de ciertos Ángeles (San Miguel, San Gabriel, San Rafael y los Ángeles de la Guarda).

336. Desde su comienzo (197) hasta la muerte (198), la vida humana es acompañada por su asistencia (199) e intercesión (200). «Cada fiel tiene a su lado un Ángel como protector y pastor para guiarlo en la vida» (201). Desde este mundo, la vida cristiana participa, por la fe, en la sociedad bienaventurada de los Ángeles y de los hombres, unidos en Dios.

II. El mundo visible
337. Fue el propio Dios que creó el mundo visible, con toda su riqueza, su diversidad y su orden. La Sagrada Escritura presenta la obra del Creador, simbólicamente, como una secuencia de seis días «de trabajo» divino, que terminan en el «reposo» del séptimo día (202). El texto sagrado enseña, a respecto de la creación, verdades reveladas por Dios para nuestra salvación (203), las cuales permiten «conocer la naturaleza última y el valor de todas las criaturas y su ordenación para la gloria de Dios» (204).

338. Nada existe que no deba su existencia a Dios Creador: El mundo comenzó cuando fue tirado de la nada por la Palabra de Dios: todos los seres existentes, toda la Naturaleza, toda la historia humana radican en este acontecimiento primordial: es el propio génesis, por el cual el mundo fue constituido y el tiempo comenzado (205).

339. Cada criatura posee su bondad y perfección propias. Acerca de cada una de las obras de los «seis días» está escrito: «Y Dios vio que era bueno». «Fue en virtud de la propia creación que todas las cosas fueron establecidas según su consistencia, su verdad, su excelencia propia, con su ordenamiento y leyes específicas» (206). Las diferentes criaturas, queridas por su propio ser, reflejan, cada cual a su modo, una centella de sabiduría y de la bondad infinitas de Dios. Es por eso que el hombre debe respetar la bondad propia de cada criatura, para evitar el uso desordenado de las cosas, que desprecia al Creador y trae consigo consecuencias nefastas para los hombres y para su medio ambiente.

340. La interdependencia de las criaturas es querida por Dios. El sol y la luna, el cedro y la florecita, el águila y el gorrión: el espectáculo de sus incontables diversidades y desigualdades significa que ninguna criatura se basta a sí misma. Ellas sólo existen en dependencia unas de otras, para completarse mutuamente, en el servicio unas de otras.

341. La belleza del Universo: El orden y la armonía del mundo creado resultan de la diversidad de los seres y de las relaciones existentes entre sí. El hombre las descubre progresivamente como leyes de la naturaleza. Ellas suscitan la admiración de los sabios. La belleza de la creación refleja la belleza infinita del Creador, la cual debe inspirar el respeto y la sumisión de la inteligencia y de la voluntad humanas.

342. La jerarquía de las criaturas es expresada por el orden de los «seis días», yendo del menos perfecto para lo más perfecto. Dios ama a todas sus criaturas (207) y cuida de cada una, hasta de los pajaritos. Entre tanto, Jesús dice: «[Vosotros] valéis más que muchos pajaritos» (Lc 12, 7), y además: «Un hombre vale mucho más que una oveja» (Mt 12, 12).

343. El hombre es el punto culminante de la obra de la creación. La narrativa inspirada exprime esa realidad, haciendo nítida distinción entre la creación del hombre y de las otras criaturas (208)..

344. Existe una solidaridad entre todas las criaturas por el acto de todas tener el mismo Creador y todas ser ordenadas para su gloria:

«Alabado seas mi Señor, con todas tus criaturas, especialmente mi señor hermano Sol, el cual hace el día y por él nos alumbra Y él es bello y radiante con gran esplendor: de Ti Altísimo, nos da él la imagen […] Alabado seas, mi Señor, por el agua hermana, que es tan útil y humilde, y preciosa y casta […] Alabado seas, mi Señor, por nuestra hermana, la madre tierra, que nos sustenta y gobierna, y produce variados frutos, con flores coloridas, y verduras […] Alabad y bendecid a mi Señor, y dadle gracias y servidlo con gran humildad» (219).

345. El «Sábado» – fin de la obra de los «seis días». El texto sagrado dice que «Dios concluyó, en el séptimo día, la obra que hiciera» y que así «se completaron el cielo y la tierra»; y en el séptimo día Dios «descansó» y santificó y bendijo este día (Gn 2, 1-3). Estas palabras inspiradas son ricas de saludables enseñanzas:

346. En la creación, Dios estableció una base y leyes que permanecen estables (210) sobre las cuales el creyente puede apoyarse con confianza, y que serán para él señal y garantía de la fidelidad inquebrantable de la Alianza divina (211). Por su lado, el hombre debe mantenerse fiel a esta base y respetar las leyes que el Creador en ella inscribió.

347. La creación fue hecha en vista del Sábado y, por lo tanto, del culto y de la adoración a Dios. El culto está inscrito en el orden de la creación (212) – «Operi Dei nihil preponatur – Nada se anteponga a la obra de Dios (al culto divino)» – dice la Regla de San Benedicto (213) indicando así el justo orden de las preocupaciones humanas.

348. El Sábado está en el corazón de la Ley de Israel. Guardar los Mandamientos es corresponder a la sabiduría y a la voluntad de Dios, expresadas en su obra de la creación.

349. El octavo día. Pero para nosotros, un día nuevo surgió: el día de la Resurrección de Cristo. El séptimo día acaba la primera creación. El octavo día comienza la nueva creación. La obra de la creación culmina, así, en la obra mayor de la Redención. La primera creación encontró su sentido y cumbre en la nueva creación en Cristo, cuyo esplendor sobrepasa el de la primera (214).

Resumiendo:

350. Los Ángeles son criaturas espirituales que glorifican a Dios sin cesar y sirven a sus planes salvíficos en relación a las otras criaturas: «Ad omnia bona nostra cooperantur angeli – Los Ángeles prestan su cooperación a todo cuanto dice respecto a nuestro bien» (215).

351. Los Ángeles asisten a Cristo, su Señor. Lo sirven de modo particular en el cumplimiento de su misión salvífica en relación a los hombres.

352. La Iglesia venera a los Ángeles, que la ayudan en su peregrinación terrestre y protegen todo el género humano.

353. Dios quiso la diversidad de sus criaturas y su bondad propia, su interdependencia y su orden. Destinó todas las criaturas materiales para el bien del género humano. El hombre, y a través de él toda la creación, tiene como destino la gloria de Dios.

354. Respetar las leyes inscritas en la creación y las relaciones derivadas de la naturaleza de las cosas, es principio de sabiduría y fundamento de la moral.

(Catecismo de la Iglesia Católica, párrafos 328 al 354)

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